31 de enero
Biblia en 365 Días

Éxodo 39-40
Éxodo 39
En este capítulo continúa el relato de hacer las diversas cosas pertenecientes al santuario, particularmente las vestiduras para el servicio del tabernáculo y las vestiduras de los sacerdotes, como el efod y su curiosa faja, el pectoral y la colocación de las piedras en ella, la atadura al efod, el manto del efod, con campanas y granadas, y los abrigos, mitras, bonetes, calzas y cinto de lino fino para Aarón y sus hijos. La placa de oro, y todo terminado, el tabernáculo y todo lo que le pertenecía fueron llevados a Moisés y vistos por él; quien, viendo que todo fue hecho exactamente de acuerdo con el mandamiento del Señor, bendijo a la gente, y particularmente a los artífices.
Éxodo 40
En este movimiento final en el Libro del Éxodo encontramos la misma repetición constante de la necesidad de obedecer el plan divino. En los primeros quince versículos del capítulo tenemos un relato del mandato específico de Dios relacionado con la instalación del Tabernáculo, ungiéndolo en orden y santificando a los sacerdotes y vistiéndolos con sus ropas.
En esta configuración, todo procede desde el centro hacia afuera. Primero, el Tabernáculo fue levantado, el Arca colocada y el velo colgado. Luego, la mesa de los panes de la proposición se colocó en su lugar y las lámparas se encendieron. Hecho esto, se trajo el altar de oro y se erigió la puerta del Lugar Santo.
En la corte se colocó el altar de bronce, luego la fuente, mientras que alrededor del todo se colgaron las cortinas de la corte, y finalmente se erigió la puerta exterior.
Entonces todos fueron ungidos con el aceite sagrado. El sacerdote estaba ordenado y ungido, y sus hijos también. Todo estaba listo. Una vez más, se declara en términos generales: "Así lo hizo Moisés: según todo lo que Jehová le mandó, así lo hizo él". Esa afirmación es enfatizada por la repetición de las palabras, "como el Señor le ordenó a Moisés" no menos de siete veces.
Una vez completada, la declaración final llena de asombro al alma. La gran verdad, de la cual todo era solo simbólico, se hizo real en la conciencia del pueblo cuando la gloria del Señor llenó el Tabernáculo. Tan grande fue esa gloria que Moisés no pudo entrar en la Tienda de reunión.
Así, en la marcha de la historia, la nación se ve organizada en torno a la presencia y el poder de Jehová. El registro se cierra con la simple declaración de que continuaron con sus viajes, guiados siempre por la presencia de Dios manifestada así en el centro de su vida y adoración.
