18 de febrero
Biblia En 365 Días
Números 16-17
Números 16
Aquí comienza la historia de quizás la oposición más extraña y mejor organizada que Moisés tuvo que enfrentar. Dos elementos estaban en el trabajo. El primero fue ambición y el segundo fue insatisfacción.
La súplica de los ancianos era por los mismos derechos y la consiguiente independencia de acción. La respuesta de Moisés fue una reafirmación de que su autoridad fue divinamente ordenada. Una disciplina repentina y terrible cayó sobre la gente. Todo el incidente es una advertencia para todos los tiempos y para todos los hombres contra cualquier intento basado en el derecho popular a violar los derechos de la corona de Jehová.
El último movimiento en la historia es una sorprendente revelación de la ceguera de la gente y de cuán lejos se había extendido la insatisfacción. Toda la congregación denunció que la muerte de aquellos que habían sido castigados descansaba sobre Moisés. Una vez más, la voz divina amenazaba el exterminio del pueblo, y de inmediato una fiera y rápida plaga los afligió. Directamente comenzó, sin embargo, por instigación de Moisés, Aarón, el sacerdote designado, cuyo derecho era hacer oscilar el incensario, lo llenó de fuego y roció el incienso y pasó entre los afligidos. La mediación prevaleció, la plaga se suspendió, y por ese hecho y con renovado énfasis, se indicó el derecho de Aarón como sacerdote y el derecho de Moisés como líder.
Números 17
Que el murmullo de la gente contra el gobierno divino era algo malvado se enfatiza por el hecho de que se dio un signo sobrenatural en la reivindicación final de la posición de Aarón. La razón para dar el signo fue declarada en las palabras: "Haré cesar de mí las murmuraciones de los hijos de Israel, que murmuran contra ti". El espíritu de rebelión se manifestó después de diferentes maneras y por diferentes razones, pero parece probable que cualquier queja contra los derechos del liderazgo de Moisés designado por Dios y del sacerdocio de Aarón haya cesado en este momento.
El letrero otorgado era simple, pero era luminosamente sugestivo. A doce príncipes que representaban a las doce tribus se les ordenó traer varas con sus nombres inscritos y ponerlas delante del Señor. La vara de Aarón reverdeció, floreció y dio fruto. Estos efectos fueron pacientemente el resultado de la acción divina, y así se enseñó a los hombres que la posición de Aarón no se debía a nada inherente en él, sino a la designación directa y el equipo de Jehová.
