16 de enero

Biblia en 365 Días

Génesis 46-47

 

Génesis 46

Este capítulo debe leerse a la luz de todo el movimiento divino que intentamos tener en cuenta. La migración de Jacob y sus hijos a Egipto se muestra aquí claramente como parte del programa de Dios. En esta coyuntura, Dios apareció y le acusó de no tener miedo, convirtiéndolo en una triple promesa. Primero, que Él haría una gran nación de él allí, es decir, en Egipto. Cuánto oculto estaba en esa palabra que Jacob tal vez no entendió. Con toda probabilidad, entendió que la promesa significaba un gran número. Que tenía tal intención no puede haber ninguna duda, pero la historia posterior muestra que significaba mucho más, ya que a través de la disciplina y el sufrimiento, la nación iba a hacerse grande en otras formas que el aumento de la población.

Dios revela a los hombres en cualquier momento dado todo lo que pueden soportar. Y, sin embargo, en caso de que el temor llegara al corazón de su siervo, le prometió, en segundo lugar, "descenderé contigo"; y, finalmente, "lo haré ... te traeré". Es interesante notar que Dios todavía le habló por el antiguo nombre "Jacob" reconociendo que él no había entrado experimentalmente en todo lo que la gracia le había provisto, e indicando que a pesar de su fracaso, Dios todavía continuaba guiándolos.

José arregló cuidadosamente la segregación de su pueblo, que también era indudablemente parte del propósito divino. Él los acusó de declararse a Faraón como pastores. Eso aseguró el mantenimiento de la separación de los egipcios de los hebreos porque "todo pastor es una abominación para los egipcios".

 

Génesis 47

Ver a Jacob es ver a un hombre que alternó entre la fe y el miedo. De pie frente a Faraón, su fe en Dios y su conciencia de su propia posición en la economía divina fueron claramente evidentes. Cuanto menos es bendecido por los mayores, y cuando Jacob bendijo a Faraón, sin duda tuvo conciencia de su propia relación con un programa divino.

La política de José en la administración de los asuntos egipcios debe juzgarse según los tiempos en que vivió. Era una política que aseguraba los intereses del rey, de la nación y del pueblo. Fue uno de unificación y consolidación. En lo que concierne a Israel, su acción impidió la posibilidad de que los pequeños príncipes los hostigaran. Es igualmente cierto que con esta misma acción José hizo posible lo que sucedió posteriormente, la esclavización de todo el pueblo por la voluntad del faraón supremo. Aquí nuevamente la mano de Dios se ve operando a través de la política egipcia para la seguridad inmediata de su pueblo y luego por la disciplina y el sufrimiento por el cual iban a pasar.

El intercambio de nombres en esta historia es deslumbrante. Refiriéndose al hombre, se dice que "Jacob vivió en la tierra de Egipto"; pero cuando se refiere a su partida, se lo llama "Israel"; Jacob, en sí mismo; Israel, en el gobierno de Dios. El escritor de la carta a los Hebreos habla de que su fe se manifestó solo cuando murió, bendijo a sus hijos y la adoró, y aun así habla de él como "Jacob". Al final de esta narración, su fe y temor se manifiestan: su fe, en la que eligió ser sepultado con sus padres; su miedo, en el hecho de que hizo que José jurara que lo enterraría.