31 de agosto
Biblia En 365 Días
Ezequiel 5-8 
Ezequiel 5
En este capítulo tenemos la descripción del último de los cuatro signos. Se le ordenó al profeta que tomara una espada, afilada como la navaja de barbero, y que le cortara el pelo y la barba. El cabello así tomado debía ser pesado y dividido en tres partes. El primero debía ser quemado en medio de la ciudad al expirar el asedio; el segundo debía ser golpeado con la espada alrededor de la ciudad; y el tercero en ser esparcido por el viento. Finalmente, algunos pelos debían ser recogidos y atados en su falda, y de ellos algunos debían ser arrojados al fuego.
La explicación de la señal se le dio luego a Ezequiel. Jerusalén, situada en medio de las naciones, se había rebelado contra Jehová, y por eso Él estaba en contra de ella. Una tercera parte de la gente moriría por pestilencia en medio de la ciudad, otra tercera parte moriría en una batalla alrededor de ella; el tercio restante se dispersaría a los vientos.
Ezequiel 6
Estas señales fueron seguidas por denuncias que surgieron naturalmente de lo que habían enseñado. En términos generales, el profeta predijo primero el juicio venidero de la espada contra toda la tierra, y la consecuente dispersión de la gente. Se declaró claramente que en este proceso de juicio, Jehová preservaría un remanente de aquellos que escaparían de la destrucción de Jerusalén, y en cuya mente el juicio permanecería, produciendo arrepentimiento y la convicción de que la palabra de Dios no era en vano.
El profeta fue acusado de entregar este mensaje de la espada con todos los signos externos de vehemencia y pasión, y dejar perfectamente claro que la venganza se movió hacia el propósito de restaurar el conocimiento de Jehová a aquellos que lo habían olvidado. La referencia al remanente en el curso de esta primera denuncia explica la acción final en el cuarto signo, es decir, reunir algunos pelos dispersos y atarlos a las faldas de la vestimenta del profeta.
La conciencia de Ezequiel de la causa subyacente de la reprobación de las personas elegidas es evidente en toda esta sección, en la que describe sus resultados. Israel había caído de la comunión con Dios y había dejado de conocerlo. Actualmente, esto se trata con mayor detalle, pero es interesante notar el reconocimiento del profeta a lo largo de todos estos mensajes.
Ezequiel 7
La segunda denuncia trató sobre la integridad del juicio. Su nota clave se expresó en las palabras "un fin". El profeta declaró que se había determinado el fin de la tierra y del pueblo, enfatizando que este juicio final se lograría por el acto de Dios para que pudieran conocerlo.
El profeta luego procedió a describir ese fin. Su primera manifestación sería la parálisis de la gente, de modo que cuando se tocara la trompeta para la batalla, y todo estuviera listo, ninguno avanzaría, vencido por el terror y el dolor. Tal método de juicio sería una clara demostración de la actividad de Jehová. Para un pueblo armado y listo para la batalla, ser repentinamente herido por un terror sin nombre y una abrumadora conciencia de debilidad sería, para usar los términos de nuestros días, fenomenal y sobrenatural. Esta parálisis de coraje surgiría en una abrumadora sensación de pobreza, no en la absoluta falta de plata y oro, sino en un salvaje desecho de plata en las calles y una sensación de impureza del oro, porque estas riquezas materiales serían inútiles. como medio de liberación de la ira de Jehová. Todo esto finalmente produciría la confesión de una perplejidad abrumadora, y no se encontraría ningún intérprete. Esta segunda denuncia terminó al igual que la primera, al indicar el propósito de la venganza. "Sabrán que Yo soy el Señor".
Ezequiel 8
Ahora llegamos a la última profecía que trata sobre los resultados de la reprobación. Consiste en una descripción larga y detallada de la causa y el proceso de juicio. Su primer movimiento llegó al profeta cuando se sentó en su propia casa en presencia de los ancianos de Judá. Sintió la presión de la mano divina sobre él y vio una aparición como de fuego.
Luego fue levantado entre la tierra y el cielo, y allí se le reveló las terribles idolatrías practicadas en Jerusalén. Vio a la entrada del patio interior de la casa de Dios "la imagen de los celos", lo que significa que había una imagen que provocó los celos de Jehová. Su atención especial fue llamada a esto para revelar la razón por la cual Jehová se apartó de su santuario.
Luego se le ordenó que cavara un agujero en la pared, y a través de una puerta que descubrió allí, vio a los ancianos de Israel quemando incienso antes de arrastrar cosas, bestias abominables e ídolos, hasta ahora habían pasado de la comunión consciente con Dios como para imaginar que había abandonado la tierra y no fueron vistos.
Una vez más, el profeta vio la depravación de las mujeres de Israel que lloraban por Tamuz. El significado de tal llanto se sugiere en las líneas de John Milton en su libro "El Paraíso Perdido":
"La historia de amor de las hijas de Sion infectadas con un calor similar; Cuyas pasiones desenfrenadas en el porche sagrado Ezequiel vio".
Finalmente, en el santuario interior de los ancianos, el profeta vio a hombres de espaldas al Templo, adorando al sol. Debido a esta corrupción absoluta del pueblo, Jehová procedería en el juicio, a pesar de todos los fuertes gritos del pueblo.
