20 de mayo

Biblia En 365 Días                                      

2 Crónicas 35-36

 

2 Crónicas 35

Este capítulo nos da la historia de la gran Pascua, en la cual, siguiendo los pasos de Ezequías, después de la limpieza de la tierra y la restauración del pueblo, Josías restauró así la gran fiesta del Éxodo.

En el relato de la alegría después de la Pascua de Ezequías, la comparación se hace con los tiempos de Salomón. Bajo Josías esto va más lejos que Salomón, y declara que ningún rey conservó a nadie como él.

Siguiendo la historia de su muerte, leemos sobre el lamento de la gente. Evidentemente, Josías se había hecho muy querido por ellos, y la probabilidad es que las reformas que instituyó se basaran en ese amor en lugar de en el verdadero retorno de la gente a la devoción a Dios. De ahí la naturaleza transitoria de la reforma, que fue seguida tan pronto por las etapas finales de la corrupción incluso en Judá.

 

2 Crónicas 36

Este es el registro de los movimientos finales en el curso descendente de Judá. Se dan gráficamente. Primero reinó Joacaz por tres meses, y fue depuesto por el rey de Egipto. Jehoiakim sucedió con el nombramiento de Faraón, y después de once años de continuos cursos de maldad fue llevado prisionero por Nabucodonosor a Babilonia.

A su vez, fue sucedido por Jehoiachin, quien persistió en los mismos cursos del mal durante tres meses y diez días, y a su vez fue llevado por Nabucodonosor.

Sedequías, designado por Nabucodonosor para la sucesión, se rebeló contra él y continuó la misma malvada historia durante once años, durante los cuales la corrupción se volvió prácticamente universal, los sacerdotes y las personas que la compartían. A través de todos estos días oscuros, Dios todavía esperó pacientemente, enviando a sus mensajeros debido a su compasión. Los hombres que se habían rebelado contra su gobierno se enfrentaron a su misericordia, hasta que los caldeos, un pueblo sin compasión, los arrastraron como un azote terrible y llevaron al remanente cautivo a Babilonia.

El Libro se cierra con una declaración de la proclamación de Ciro, que también abre el Libro de Esdras.