18 de agosto

Biblia En 365 Días

Jeremías 23-25                               

 

Jeremías 23

Después de pasar por examen a los predecesores de Sedequías en el trono de Judá, el profeta procedió a tratar con los responsables del fracaso del pueblo, los falsos reyes y los profetas. Esta primera sección tiene que ver con los reyes.

En la economía divina, el rey siempre ha sido un pastor, pero los hombres que habían ocupado el cargo real habían destruido y dispersado las ovejas. Este es el cargo de Jehová contra ellos, y el profeta declaró que Jehová les visitaría el mal de sus acciones. Además, anunció el propósito de Dios de reunir el remanente de su rebaño y establecer sobre ellos pastores que los alimentaran. A este respecto, su visión se hizo más clara y anunció la llegada de Uno de los linajes de David, que "reinaría como Rey y trataría sabiamente", y a través de quien se lograría la restauración de los pueblos antiguos.

Luego se volvió hacia los profetas. De estos habló con el corazón roto mientras contemplaba la condición de la tierra. Él atribuyó este terrible estado de cosas a la profanación de profeta y sacerdote. El juicio de los profetas fue consecuencia de la falsedad de los mensajes que habían entregado. En la misma presencia del juicio, habían dicho la mentira de la paz, declarando a la gente que no les vendría mal. Además, habían hablado sin autoridad divina. Habían soñado sus propios sueños, en lugar de entregar los mensajes de Jehová. Finalmente, pronunció la tremenda palabra del juicio divino, comenzando: "Estoy en contra de los profetas, dice Jehová". La consecuencia de la falsa profecía es la confusión indescriptible y, en última instancia, la pérdida de la palabra de autoridad, de modo que "la palabra de cada hombre será su propia carga".

Esta sección revela claramente la comprensión precisa del profeta del proceso de corrupción de la nación. Falsos reyes y profetas habían llevado a la gente a cursos de maldad resultantes de las concepciones degradadas de Dios. A su vez, la gente había seguido y escuchado voluntariamente, rechazando los verdaderos mensajes de Dios, como los que habían dicho Jeremías y otros mensajeros designados divinamente.

 

Jeremías 24

Todavía hablando con Sedequías, Jeremías repitió tres profecías del pasado, la primera fue una visión después del cautiverio de Jeconías (Joaquín), el segundo fue un mensaje entregado en el cuarto año de Joacim, y el último, aún anterior, entregado al principio del reinado de Joacim.

La visión después del cautiverio de Jeconiah fue dos cestas de higos, el primero con muy buenos higos y el segundo muy malo. La canasta de buenos higos simbolizaba a los cautivos que habían sido llevados a la tierra de los caldeos. De ellos en el futuro Jehová restauraría los suyos. La canasta de higos malos representaba a Sedequías y a los que permanecían en la tierra debajo de él. Estos en la economía de Dios se dedicaron al juicio. Este recordatorio de la visión serviría para aclarar a Sedequías la carga que el profeta tenía que entregarle.

Los falsos profetas hablaban tanto entre los cautivos como en Jerusalén, y durante el resto del mensaje de Jeremías a Sedequías, negó la autoridad y la inspiración de estos falsos maestros e insistió en la precisión de esta visión de las cestas de higos.

 

Jeremías 25

Todavía hablando con Sedequías, Jeremías le recordó la palabra que vino en el cuarto año de Joacim. Era un mensaje que anunciaba el juicio de Dios contra Judá, Babilonia, las naciones, el mundo.

Con respecto a Judá, la razón del juicio fue su pecado persistente. A pesar de que Jehová había hablado constantemente y los había llamado a volver a la obediencia, no habían escuchado. El juicio anunciado fue la conquista de Judá por Babilonia y su cautiverio durante setenta años.

Además, la profecía predijo el juicio de Babilonia después de los setenta años por una confederación de naciones y reyes. Sin embargo, el profeta había visto más lejos y había declarado que el juicio de Dios finalmente debía caer sobre todas las naciones, y que no podía escapar de él.

Finalmente, el juicio iría de nación en nación, hasta que se levantara una gran tempestad desde las partes más remotas de la tierra. Los golpes más severos de este mal caerían sobre los pastores, es decir, sobre los reyes y gobernantes. Así, de nuevo, Sedequías, al recordar la profecía entregada en el cuarto año de Joacim, vería cuán inevitable era la fatalidad ahora amenazándose a sí mismo y a Jerusalén.