22 de abril

Biblia en 365 Días                                                       

2 Reyes 4-5

 

2 Reyes 4

El ministerio de Eliseo está en muchos aspectos en vívido contraste con el de Elías. Hay una dulzura al respecto que nos recuerda inevitablemente la del Mesías mismo en sus días. En lugar de aparecer repentinamente en momentos críticos, con truenos y llamas, parece haberse movido entre la gente, haciendo el bien dondequiera que venga. De hecho, los ministerios de Elías y Eliseo parecen sugerir en muchos aspectos los ministerios de Juan el Bautista y Jesús.

En este capítulo tenemos cuatro ejemplos del método de Eliseo: su provisión para la necesidad de la viuda, cuyos acreedores la amenazaban; su amabilidad con la mujer sunamita, que le había mostrado hospitalidad; en Gilgal su curación del potaje; y su alimentación de cien hombres con veinte panes.

Durante todo este tiempo estuvo al frente de las escuelas proféticas y, viajando de un lugar a otro, se hizo conocido en todas partes como el mensajero de Dios. La simplicidad de su vida se sugiere en la disposición que la mujer sunamita, por rica que era, hizo para su evidente requerimiento. Su departamento era una pequeña habitación en la pared que contenía una cama, una mesa, un taburete y un candelabro. Su dignidad se manifiesta en la actitud de las personas hacia él, especialmente la de la mujer sunamita, que, en su conversación con él, se encontraba en la puerta, reconociendo lo sagrado de su cargo.

 

2 Reyes 5

Cuando Elijah sintió que solo lo dejaban leal a Dios, le habían contado que siete mil no habían doblado la rodilla ante Baal. Uno de estos, o tal vez el hijo de uno, se encuentra ante nosotros en esta narrativa en la persona de la pequeña criada que, llevada cautiva, recordaba al profeta de su propia tierra y mantenía su coincidencia en su capacidad para hacer maravillas. A través de su intervención, el rey de Siria envió al leproso Naamán al rey de Israel, pero el día del rey en Israel como en cualquier sentido representando a Jehová había fallecido.

La actitud de Eliseo en este capítulo fue de principio a fin una de lealtad digna a Dios. Esto se ve primero en su mensaje al rey, quien se llenó de temor ante la llegada de Naamán. Además, se manifestó en su orden al rico leproso que pedía su sumisión, y finalmente se evidenció en su negativa absoluta a recibir cualquier recompensa personal por lo que Dios había hecho.

Para Eliseo, Giezi está en contraste directo. Gobernado por el deseo egoísta, obtuvo ventaja para sí mismo, y luego mintió a su maestro. Su castigo fue veloz. El que había buscado y obtenido la recompensa que Eliseo había rechazado se convirtió en un leproso, blanco como la nieve.